Lo siento por interrumpir
solo he venido a preguntar;
me dicen que soy infeliz,
¿qué puedo hacer por mejorar?
Mi realidad / Lory Meyers
Solo se me ocurre pedir permiso para esta mi primera incursión en el periódico más leído de Albacete, quizá el de Castilla-La Mancha. Recuerdo sin esfuerzo la llamada del director, hace poco, casi nada, para ofrecerme este espacio que ahora nos ocupa a usted y a mí, un telefonazo que terminó en abrazo, un buen abrazo como sólo lo sabe dar un señor de metro noventa y pico. Como recuerdo la llamada que me hizo en 2013, una docena de años ha, para abonarse al servicio de noticias que con mejor o peor batuta dirijo desde entonces en Europa Press, cuando este periódico aún no había echado los dientes de leche, y fíjese, ya ha hecho hasta la mili. Tengo aquella llamada grabada a fuego en la memoria, y eso atestigua que no fue otra de tantas.
Dejo las alabanzas al director al margen, si acaso las continuaré en voz baja por ver si le rasco el bolsillo un poco más de lo acordado por este espacio en nuestro último apretón de manos. Y es en esta línea donde quiero prometerles, (y admitirles que no sé si cumpliré), que abandonaré la primera persona en cuanto coloque el punto y final en este espacio epistolar de mí para usted, para, una vez a la semana, cada miércoles, puntual, abrirme hueco en este periódico para hablarle de no sé qué, dependerá.
Me presento, Humberto del Horno, conquense, del barrio Fuente del Oro para más señas, orgulloso hijo de un gestor comercial de cuando Telefónica era solo una y de una ama de casa de la que he heredado la paciencia. Te quiero, mamá.
Periodista por vocación, por la que me inculcó padre a fuerza de «hay que ser curioso, hijo», una frase que agradezco de tal manera que ahora, créaselo, me ha empamado los ojos al escribirla, como se me mojarán las próximas mil veces que la recuerde. Gracias, papá.
Les ahorro el relato de los 21 años que van desde que empecé el camino que me ha llevado hasta aquí y que tuvo su primera baldosa amarilla en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Les acorto el camino y les cuento que pasé de tierno meritorio en el ABC de la grapa en 2009 a orgulloso delegado de Europa Press en Castilla-La Mancha en 2013, Radio Marca mediante. Hoy sigo aprendiendo la artesanía de este oficio a golpe de teletipo.
Quiero, lo primero y lo segundo, pedirles permiso y darles las gracias. Que de Cuenca a Albacete hay 25 minutos de AVE, hora y media de coche y unos 10 años de promesas de una autovía que no está ni dibujada, año arriba, año abajo. De la una a la otra puede usted toparse con San Lorenzo de la Parrilla, con La Almarcha, Quintanar del Rey, Tarazona de La Mancha, con La Gineta, La Roda, y con un un par de radares fijos en el entorno del kilómetro 73, que lo sé yo.
Vengo aquí a colocar una humilde firma con la responsabilidad que ya siento de ejercer la profesión en la cuna de Pedro Piqueras, de Galiacho, de Pepe Hervás, amigo; de Demetrio Gutiérrez, joder, de Juan Antonio Cebrián.
También la tierra de tantos periodistas, que lo son, de gabinete, tan en la sombra como efectivos. De Paola, de Adolfo, de Jorge Fraile, de Miriam, de Armando, de Elías, de Fran, de la todopoderosa Gema, merecedora de que al TSJCLM le pongan una ‘G’ al final, o al principio incluso, bien mayúscula, bien brillante.
La tierra donde tantos escribas han prestado pluma a la agencia que dirijo desde que la dirijo. Emma Real, Nani García, Yolanda Atencia, Bea Toboso, Paloma Castillo, y hoy por hoy, Antonio Ponce, un periodista superlativo que me durará poco y yo me alegraré.
Les pido paciencia como les pido costumbre. Les pido crítica, les pido comprensión y les pido palos, les pido ayudarme a sentirme parte de este barco, que no navegaría si no fuera por todos ustedes. Les pido, al fin y al cabo, que lean al menos y si quieren leer con el mismo cariño con el que yo les escribiré, y qué más da si no les convenzo. Y empaticen con mi torpeza, que tengo que estar a la altura de Antonio Martínez, que lo borda desde su Acequión; de ‘La Revolera’ de Calamardo; del ‘Mar abierto’ de Amelia. Y peleemos si es necesario, eso me ayudará a seguir creciendo, quizá recto, quizá torcido.
Bien hallados. A jugar.
Humberto del Horno