Manuel Caballero pincha con la falta de casta en Las Ventas

El novillero albaceteño mostró su buen concepto frente a un lote muy soso en su segunda tarde en Madrid

Cuatro kilos para los 500 le faltaban al primer utrero de Sánchez Herrero que le tocó en suerte a Manuel Caballero. De casta le faltaron algunos más. Vamos, lo que viene siendo este encaste Aldeanueva en los últimos años, que es básicamente Juan Pedro pero pasando más frío que en Sevilla. Por el pitón derecho embistió casi al paso, gazapeando, sin entregarse y sin terminar de completar el viaje. Por eso, al ligar, siempre dejaba descolocado a Caballero, que lo toreó con una sutileza exquisita, muy templado. Pero nada más. Con estos mimbres es imposible en Madrid. Ya se lo marcó de salida. Todo a favor del toro. Y es que el toreo es una cuestión de modales: pasa muchas veces, o siempre, por aceptar como agradable aquello que es odioso. Mató bien al segundo intento.

Con el quinto se estrelló. No por demérito suyo sino por la fatigosa condición del novillo, que fue muy bravo en el caballo, pero que acusó los tres puyazos y la falta de casta. Porque aunque algunos la equiparen, nada tiene que ver la una con la otra. Había en el barrio del Pilar un chaval de medio metro, el Carletes, que era muy bravo, pero claro… Cuando venía el de metro y medio, la poca casta lo camuflaba detrás de algún boyagas: «porque me sujetan…». A Manuel Caballero, en otra circunstancia, se le parece. Tiene unos fundamentos técnicos brillantes, todo lo hace perfecto. Maneja toques, distancias, alturas y terrenos, pero le falta alma. Quizá cohibido por los del Cohiba, que le dan demasiada coba. Y es que los toreros con apellido están casi siempre condenados a vengarse de su propio linaje. Su padre, Manuel senior, ha sido del gusto de los duros de Madrid. Era figura, pero siempre venía con victorinos. Y no es que al hijo lo midan con mayor calibre, sino que le echan en cara la falta de carisma. De alma, insisto. 

Nos decía siempre el queridísimo y recordado Antonio Rojas que cuando no embiste el toro tienes que embestir tú. Un mantra, sí, pero un mandamiento del toreo. Y a Manuel junior, que mañana volverá a la facultad de Magisterio a seguir formándose como maestro, le falta eso para adquirir esa condición en el toreo: el alma y el carisma. Digamos que su tarde ha sido muy madura y muy para profesionales, pero de esos quedan cada día menos en este mundillo. Y creo que fue Kierkegaard quien escribió que la vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida mirando hacia delante. No sé cuántos cartuchos le quedan a Manuel Caballero, pero tiene más condiciones casi que cualquier novillero del escalafón. Digamos que tiene la bravura para triunfar, pero le falta la casta. ¿Le viene al galgo? Como dice Enrique, de la grada del 6: «niño, no dejes los estudios». 

El primero, bellísimo, aunque pobre de cara, se fue al corral sin fuerzas. El sobrero, un jabonero sucio con el hierro de Aurelio Hernando que se movió sin gracia. Su lidiador, Álvaro de Chinchón, pasó sin pena ni gloria y lo mató de una estocada horrible que hizo guardia. Con su segundo, otro mitín para afiliarse a PACMA. Su parroquia le dirá que ha estado cumbre. 

Miguel Andrades, un novillero de 30 años -así de mal está el patio-, que remataba el cartel, intenta siempre lucir a los animales y agradar con un concepto heterodoxo, pero que décadas atrás servía para pagar hectáreas. Ahora le da para serigrafiar su hierro, una M y una A, hasta en los relojes que lleva. El Steve Jobs de Jerez. Voluntarioso también con las banderillas, más pendiente de recortar al toro tras parear que de colocar los palos en su sitio, pero en esta ebriomaquia que han inventado en Madrid es mano de santo. Con la muleta, lo mismo. Más corazón que cabeza. Y casi se la corta el novillo en una cogida espantosa. Un novillo excelente, que se fue con las orejas puestas al cielo. 

Su segundo quizá las dos no, pero una de ley también se llevó al desolladero. Acelerado, bruto y vulgar en todo momento. Otro porrazo gordo en banderillas por ponerse igualmente a regatear en vez de salir en torero. Todo al relance, ventajista. Mal con la espada, otra vez. Se dio una vuelta al ruedo de esas que sirven solo para engañar en Instagram.

Novillada, una más, para olvidar en Las Ventas, una plaza que se cae a cachos.

/Julio Martínez Romero/

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