El Festival Internacional de Circo de Albacete, en su XVIII edición, ha rendido un especial y merecido homenaje a Antonio Cifo, y a Adolfo García, reconocidos artistas de circo a nivel nacional, nacidos en Albacete. El Festival celebra la trayectoria de estos dos grandes artistas, payaso y acróbata, respectivamente, que han llenado de alegría los corazones de generaciones de espectadores.

Adolfo García, una persona inquieta desde su infancia
Adolfo García nació en Albacete en 1951, y pasó parte de su infancia en la calle Ortuño, hasta que se fue a vivir junto a su familia al cortijo ‘La Sanguijuela’, cerca de Viveros, donde su padre ejercía de mayoral de mulas. Allí se acostumbró a convivir con los animales, pues era una finca donde había caballos, vacas, cerdos, pavos, patos, y muchas más especies. Después de esos años en el campo, cuando Adolfo tenía 11 años, la familia regresó a Albacete, “a la calle La Parra, número 2, a una casa que había sido de mi abuela. Mi padre sacó todos los carnets, y entró a trabajar en la empresa ‘John Deere’ de maquinaria agrícola. Desde muy pequeño, siempre fui muy inquieto, y como no había ido nunca al colegio, al poco tiempo me puse a trabajar. Encontré trabajo de botones en el Club Cinegético, que estaba en la parte de abajo de lo que ahora es el Teatro Circo, y a la vez era botones del Gran Hotel, llevando las maletas, y por la noche iba a la escuela a aprender a leer y a escribir”, indica.

La fuerza del portor del Circo de los Muchachos
Cuando Adolfo tenía 14 años, una feria, ‘El Circo de los muchachos’ visitó Albacete, instalando su carpa en la parte de atrás de la plaza de toros. “Fui a verlo y me encantó. Yo quería conocer mundo, y aquello me sorprendió tanto, que unos días después me escapé de casa, cogí un tren y me marché a Orense, con la idea de entrar en la escuela de circo de ‘La ciudad de los Muchachos’. Cuando llegué me dijeron que entrar era muy difícil, y que para ello tenía que tener actitudes, pero me vieron fuerte, y con muchas facultades, y finalmente me dejaron entrar. Tuve que trabajar mucho, pero en dos años estaba preparado para actuar. Me desarrollé en distintas disciplinas, con los caballos, con números circenses de acrobacias y alta escuela, y con números de equilibristas, en los que siempre fui el portor, el más fuerte. En poco tiempo, ya me decían que era uno de los mejores portores que había pasado por allí. Y es que, en los números de equilibristas, el portor es el que siempre está abajo sujetando a todos”, aclara.

Sus padres se enteraron por la tele
Hasta el momento, los padres de Adolfo desconocían el paradero de su hijo, solo sabían que su sueño era conocer mundo. “Tenía miedo de escribirles, por si descubrían dónde estaba y venían a buscarme. Un día fuimos a Madrid a grabar un número circense para la 2 de Televisión Española, en un estudio que tenían al lado del Palacio del Pardo. Mis padres estaban en Albacete, cuando los vecinos llamaron para decirles que pusieran la tele en el canal 2, porque estaba saliendo su hijo. De este modo se enteraron de dónde estaba. Entonces les escribí una carta diciéndoles que no vinieran a por mí, porque estaba bien, y me sentía muy feliz en la Ciudad de los muchachos. Allí descubrí también mi pasión por la mecánica. Me iba con el señor Pepe, que era el jefe de la flota, y le ayudaba con las reparaciones de los vehículos. Así, poco a poco fui aprendiendo, hasta convertirse en otra de las grandes pasiones de mi vida. Un día compré un BMW averiado, lo arreglé, y fui a ver a mis padres con el coche, y mi padre tuvo una hemorragia nasal de la emoción al verme llegar”, recuerda.

Una aventura que duró más de 10 años
En la época de ‘La ciudad de los muchachos’, Adolfo conoció a Marina, una chica del pueblo de al lado, que unos años más tarde se convirtió en su mujer. “Detrás de Benposta, finca donde estaba instalada la ‘La ciudad de los muchachos’, al lado de Ourense, había un pueblo que se llama Curuxeiras. Los domingos salía a dar paseos con los caballos por el monte, y llegaba a este pueblo, donde un día conocí a Marina en una fiesta, me enamoré de ella y me casé. Cuando llegó el servicio militar, tuve que ir a África, y un tiempo después regresé a Benposta. Era el año 1974 entré de nuevo en la escuela de circo, pero esta vez de profesor de acróbatas, hasta que unos años más tarde decidí dejarlo. Había cumplido 26 años, y ya tenía dos hijas a las que tenía que dar de comer, y me tuve que ir. Estuve trabajando en una empresa de transportes de aquella zona, hasta que unos años más tarde regresamos a Albacete, donde seguí trabajando en el sector del transporte, hasta que monté una empresa de mudanzas llamada ‘Adolfo y Aquilino’, hasta que me jubilé hace 10 años”, señala.

Su aventura en ‘La ciudad de los muchachos’ duró más de 10 años. “Estuve desde los 14 años hasta los 26. Tengo infinidad de recuerdos del circo, y de las giras que hacíamos por todo el mundo. Íbamos a hoteles de primera calidad, en los que había televisión en color, algo que por aquella época era muy difícil de ver. Pero al mismo tiempo era capaz de dormir en el camión con los caballos. Recuerdo los aplausos del público con mucho cariño, porque era algo mágico. Hacer lo que te gusta, y que la gente te premie por ello, es muy satisfactorio. Para mí es todo un orgullo que ahora se haya reconocido en mi ciudad toda mi trayectoria en el circo”, concluye.

Antonio Cifo, pasión por el circo
Antonio Cifo nació en Albacete, y de pequeño vivió en la calle Feria, número 58, frente a los jardinillos, al lado de donde, cada año, del 7 al 17 de septiembre, el circo montaba su carpa. “Mi madre alquilaba catres en la cámara de mi casa, para que los feriantes, y trabajadores del circo tuvieran cobijo los días que venían a trabajar a la feria. Esto me daba la oportunidad de conocerlos, y así poder montarme en las atracciones, y lo que más me gustaba, que me dejaran entrar en el circo. Los primeros espectáculos que vi, a los 4 años de edad, fueron en el Teatro de Marionetas de Maese Villarejo , con el personaje de ‘Chacolín’, y ‘Gorgorito’, algo que me inspiró mucho para ir adentrándome en el mundo del teatro. Pero si algo me dejó totalmente fascinado fue el circo. A principios de los 60 entré a estudiar a los Salesianos, donde había un teatro precioso en el que empecé a hacer mis pinitos como actor. Un sacerdote salesiano montó una pareja de payasos con Jacinto Domínguez Cuenca, y conmigo, y empezamos a hacer representaciones por toda la provincia de Albacete”, refleja.

Una afición que se convierte en profesión
De estas representaciones surgió una afición que con el tiempo se convertiría en su profesión. “Unos años más tarde emigré a Barcelona, donde intenté entrar en la Escuela de Arte Dramático, pero como no había terminado los estudios, no pude entrar. A pesar de esto, leía y participaba en todo lo que cayera en mis manos, y oliera a teatro. Mientras tanto me buscaba la vida trabajando en la hostelería, y en trabajos temporales. Hasta que a principios de los años 70 me fui a Canarias, para formar parte del elenco de actores del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. Una década después, ya en los años 80, me fui a Madrid a trabajar con el Centro Dramático Nacional. Vivir en Madrid me abrió un abanico de posibilidades, y durante unos años pude hacer teatro, televisión y cine. En esa época entré en contacto con la asociación de malabaristas, que montó una carpa de circo en la casa de campo, donde comenzaron a dar clases de circo y a hacer todo tipo de espectáculos. En ese momento es cuando me volví a enganchar con el circo. En ese ‘chapitó’ tuve la suerte de estrenar el espectáculo de payasos ‘Tras la lona’, en el que hacía de ‘carablanca’, un espectáculo que nos llevó a hacer una exitosa gira por toda España”, narra.

Monieur Loyal
Antonio Cifo también ha trabajado como ‘Monsieur Loyal’ en infinidad de espectáculos. “He podido ejercer de Maestro de Ceremonias en circos tan importantes como el Circo ‘Mundial’, el Circo ‘Royal’, el Circo ‘Internacional’, el Circo ‘Golden’, el Circo ‘Americano’, o el Circo ‘Cardenal’, entre otros. También tengo la satisfacción de haber formado parte del elenco de artistas de circo que inauguró en nuevo Teatro Circo Price de Madrid en 2006. Aunque estuviese trabajando en teatro, cine o televisión, cuando surgía la posibilidad de trabajar en el circo, lo dejaba todo para irme al circo, a riesgo de que los contratos fueran más bajos, pero a eso no me importaba. Siempre he vivido donde he tenido trabajo , y no he parado. Hoy, a mis 71 años, ya jubilado, me he venido a vivir a Pozohondo, en donde colaboró con el ayuntamiento haciendo funciones de marionetas para los niños del municipio. Tengo recuerdos maravillosos del circo, y me siento un privilegiado por haber podido vivir de mi profesión durante todos estos años. Lo del homenaje ha sido una gratísima sorpresa que no me esperaba. Estoy enormemente agradecido al Festival Internacional de Circo de Albacete, y en especial a Ricardo Belendez, director del Teatro Circo por este detalle. Para mí es un grandísimo honor, y por eso estaré eternamente agradecido”, concluye.

Dos artistas de Albacete con una misma pasión, que nunca olvidarán esta nueva edición del Festival Internacional de su ciudad, en la que sus paisanos han rendido un sincero homenaje a unas vidas dedicadas a la magia del circo.






























/Fotos cedidas/