José Miguel Víllora nació prácticamente entre herramientas en el taller mecánico de su padre en Albacete. Desde aquel momento, la mecánica y la restauración se convirtieron en su gran pasión, y a lo largo de su vida a conseguido restaurar más de un centenar de motos clásicas, que ha convertido en joyas únicas.
A sus 72 años, Víllora continúa con la misma pasión con la que comenzó a restaurar motos, sumando 104 de ellas a su lista de restauradas. De todas las marcas, pero eso sí, siempre clásicas, este albaceteño ha convertido estos vehículos antiguos en verdaderas obras de arte con sus talentosas manos.
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“Nací y me crié en el taller mecánico de mi padre”, recuerda José Miguel Víllora, que señala que desde entonces, aunque no se ha dedicado a ello profesionalmente, “el gusanillo lo he tenido siempre”. Desde pequeño, Víllora tenía claro que esta era su gran pasión, y así ha sido durante estas últimas seis décadas, ya que con “10 años empecé porque me encantaban las motos”, asegura a El Digital de Albacete.
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Este albaceteño ha restaurado más de un centenar de motos
La vida de José Miguel Víllora no se puede entender sin sus motos, ya que, como él mismo destaca, “mi gran pasión ha sido siempre la gasolina”. “La he vivido desde cerca y muy dentro”, señala, haciendo referencia a su infancia en el taller mecánico de su familia, que le transmitió de alguna manera esta pasión.
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En la actualidad, a sus 72 años de edad, Víllora continúa en activo restaurando estos clásicos. De hecho, explica a El Digital de Albacete que “acabo de terminar mi última moto”. Y es que, con mucho talento, y también mucha paciencia, este vecino de Albacete se dedica en exclusiva a las motos clásicas, que van desde “los 50 a los 70 años de antigüedad algunas”.
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Motos de marca tan míticas como Montesa, Guzzi o Vespa son solo algunas de las que ha restaurado Víllora en su amplio palmarés, que supera el centenar de motocicletas. Eso sí, como si de un artesano se tratara, cada una de ellas, única y diferente a las demás, con la esencia de este restaurador apasionado de este mundo.
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“Mi pasión siempre ha sido la gasolina”
José Miguel Víllora desarrolla esta labor en su taller particular en Albacete, donde pasa horas y horas acompañado por sus inseparables motos, aunque más que un taller, este espacio es un mini-museo. Las horas pasan mientras José Miguel restaura sus motos porque supone un trabajo minucioso y delicado, ya que son verdaderas reliquias. “Si me dieran 5 euros por cada hora que he echado, sería rico”, comparte entre risas con El Digital de Albacete, y asegura que “hay que restaurar pieza a pieza, y en muchos casos hablamos de más de 2.000”.
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Además de un esfuerzo personal, esta afición también conlleva un esfuerzo económico. En este aspecto, Víllora destaca que la restauración depende de “lo que te quieras gastar, desde 3.000 euros hasta donde quieras, dependiendo también del modelo y de la marca”, y explica que “me he quedado con ganas de trabajar también los coches, pero son más problemáticos y más complicados”.
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Motos clásicas convertidas en joyas únicas
En cuanto a su vida, el motorista señala que “cuando era joven me gustaba cambiar de moto frecuentemente”, y explica que generalmente me han ilusionado mucho todas, pero “últimamente me llaman mucho más la atención las Guzzi y las Vespas”. De hecho, de estas marcas, Víllora cuenta con “15 o 20 Guzzis, que he restaurado”. Desvelaba que cuenta con verdaderas joyas como “una Vespa con sidecar, un Mini Marcelino, que es la moto más pequeña, con 80 centímetros de largo, que también le puse un sidecar, y una Guzzi de tamaño infantil”. Además, señala que estas reliquias, son únicas, y que “siempre me las quieren intentar comprar, pero no me voy a deshacer de ellas”.
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Sobre las motocicletas en miniatura, Víllora señala que es muy complicado, ya que “llevan años de trabajo”, y apunta que “el problema es que a veces no es fácil encontrar recambio”. Además, añade que actualmente, “existe un problema, y es que no puedes documentar una motocicleta si no está 100% original”.
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Especiales y únicas
Por las manos de este albaceteño han pasado más de un centenar de motocicletas, pero hay algunas que guarda con especial cariño. Una de ellas, es una Guzzi 65, que restauró, “como si fuese de señora, quitando la barra, como una bicicleta de mujer de las antiguas”, explica, y asegura que “no hay ninguna como esa, es una joya”. Otra de las reliquias, son una Guzzi tamaño mini y una Mini Marcelino. “Son piezas únicas, y les tengo mucho cariño”, manifiesta.
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Entre las Guzzi de Víllora, se encuentra una que data del año 1947. “Salió al mercado para dos personas, porque antes, las motos eran de un pasajero y la parte de atrás se adaptaba”, recuerda, y explica que “el que era mecánico la modificaba para llevar la caja de herramientas, y el que era lechero la adaptaba para llevar ahí la leche para repartir”. Sin embargo, este modelo salió “para dos pasajeros, y fue un capricho”. El restaurador cuenta con otro modelo espectacular, como es el “famoso Mosquito, que es una especie de bicicleta a la que le adaptaron un motor y es una cosa muy bonita que salió en España a finales de los años 40”, explica, y señala que “ya no se ven y no me puedo desprender de ellas”.
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La gran pasión por el mundo del motociclismo desde pequeño también llevó a este albaceteño a Italia, donde consiguió proclamarse como Campeón del Mundo en el Campeonato en la modalidad de Parque Infantil de Tráfico en mayo de 1967.
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Por el momento, Víllora ha restaurado con sus propias manos más de un centenar de motos, que ha convertido en joyas únicas. En la actualidad, a sus 72 años de edad, este albaceteño promete seguir disfrutando de su gran pasión por las motos, y transformando en verdaderas obras de arte cada motocicleta que toca con sus manos.