La organización Bomberos sin Fronteras está compuesta por profesionales del sector que desinteresadamente ofrecen sus conocimientos para intervenciones en catástrofes a lo largo y ancho del mundo. Desde el terremoto de Haití allá por el año 2010, pasando por el seísmo de Nepal en 2015, las inundaciones de Siria en 2023 o las que asolaron localidades de Valencia y Letur (Albacete) el pasado mes de octubre, decenas de bomberos no han dudado ni un segundo en ponerse al servicio de aquellos que más lo necesitaban en momentos delicados.
Desde diferentes puntos de España, esta asociación mueve cielo y tierra para desplazarse hasta lugares recónditos del planeta para ayudar en lo que sea necesario cuando se producen este tipo de catástrofes naturales o tragedias. Sea donde sea, estos bomberos dejan su casa para llegar a cualquier parte del mundo a hacer todo lo que esté en su mano. Desde Albacete ha partido en múltiples ocasiones Damián Soriano, bombero en la provincia y delegado de Intervención en Catástrofes de la ONG.
En estas últimas semanas Albacete ha acogido unas jornadas con la finalidad de “aprender a manejar nuevas herramientas que hemos incorporado para evitar colapsos cuando hay alguien en un interior al que rescatar”, como indica Damián Soriano a El Digital de Albacete, que destaca que estas jornadas han reunido a “40 bomberos de toda España para compartir también momentos de distensión y comentar las últimas intervenciones que hemos llevado a cabo, especialmente en Valencia los días posteriores de la DANA para aprender de ellas de cara al futuro”.
Bomberos Sin Fronteras ha intervenido en diferentes países del mundo
Cuando ocurre una tragedia, como la que han vivido Valencia o Letur hace apenas unos meses, es importante que los especialistas compartan sus vivencias y experiencias para aprender de ellas. “Hay que sacar conclusiones”, indica Soriano, que además hace hincapié en la importancia de “la formación, que siempre es enriquecedora desde todos los puntos de vista, y clave para nuestros servicios”. La experiencia es buena maestra, y si algo tiene claro Soriano es que “cada intervención es un mundo y son totalmente diferentes”, por lo que es clave “contar con puntos comunes”.
El terremoto de Haití en 2010, el de Nepal 5 años después, la tragedia de Siria o el seísmo de Turquía en 2023 son solo algunos de los casos donde Bomberos Sin Fronteras ha participado activamente sin dudar. Cuando se produce una situación de ese tipo, “lo primero y más importante es contactar con los mecanismos de coordinación internacional para saber qué necesitan, y después acumular el potencial de equipos y de personal con el que contamos para llevar esa ayuda de la forma más eficiente”, como asegura el delegado de la sección de Intervención en Catástrofes.
Para ello, resulta clave “integrarse en los mecanismos pertinentes para que los tiempos de respuesta sean lo más ágiles posibles, puesto que a la hora de los rescates el tiempo juega en contra”, explica Soriano, que manifiesta que “la probabilidad de encontrar una persona viva entre escombros cae entre las primeras 48 y 72 horas más de un 50%”. Una cifra que “tenemos grabada a fuego”, y que “nos hace ser más ágiles y rápidos”. Por este motivo, en cuanto Bomberos Sin Fronteras tiene conocimiento de que se ha producido una situación con este tipo de características rápidamente arranca la tarea de “determinar y definir de qué manera se activa a las personas y lanzar una llamada pidiendo disponibilidad a los miembros para la organizar la emergencia”.
“Cada emergencia te marca”
Un seísmo o una inundación de esta magnitud deja una huella imborrable en las personas que lo viven, y no solo en las que lo sufren, sino también en los profesionales y especialistas que tratan de dar lo mejor de sí mismos aún con el tiempo en contra. “Mentalmente hay veces que la realidad te supera, y el estrés sale cuando menos te lo esperas”, explica Damián Soriano, y manifiesta que “llorar es normal, es humano, y tratamos de controlarlo para que no afecte en nuestro trabajo, y hacerlo en el lugar adecuado”. Aún con toda esta experiencia, “a veces te sorprende y sale cuando no lo esperas”, subraya, y asegura que “guardar estas emociones deja huella”.
“Cada emergencia te marca en un sentido”, explica Soriano, que recuerda que el seísmo de Haití en 2010 fue “mi primer terremoto”. “Recuerdo la magnitud y la inmensidad de la población afectada, de los edificios colapsados, de la cantidad de heridos y fallecidos, pero también de la cantidad de personas trabajando en el terreno”. El terremoto de Nepal tuvo lugar en 2015, apenas 5 años después del de Haití, que conmovió al mundo. “De Nepal me caló mucho la gestión de la emergencia. Al final, esta gestión es responsabilidad de cada uno de los países y suele ser el mecanismo coordinador”, explica, y añade que “en este caso, era como si el país ya estuviera con la cabeza puesta en los vivos, y al que estaba entre escombros no tenían nada que ofrecerle. Eso nos causó sorpresa e indignación”. “Quedaba gente atrapada y para ellos era como si ya estuviesen en otra fase, pensando en la reconstrucción y dejando de lado las tareas de rescate”, indica.
“Desplegar este equipo a 2 horas de casa es demoledor”
Especialmente impactante, quizá por su cercanía, ha sido la intervención de Bomberos Sin Fronteras en Valencia, tras el paso de la riada que arrasó con varias localidades. “Normalmente todo este equipo lo tienes que desarrollar fuera de España, hacerlo a 2 horas de casa es demoledor”, asegura el bombero de Albacete, que señala que “la gente tiene la necesidad de contarte su historia, se acercaban, hablábamos y nosotros no podíamos hacer otra cosa que darles un abrazo y hacerles compañía”. “Que pase así algo tan cerca supone un choque”, indica, y explica que “ese coste emocional que supone una emergencia se gestiona mejor cuando los verbalizas con el equipo”.
Más allá del plano técnico o de la formación, también es importante contar con apoyo emocional en este tipo de situaciones. Por ello, en Bomberos Sin Fronteras cuenta con “un psicólogo especializado en emergencias”, explica el delegado de Intervención en Catástrofes, que asegura que se trata de “un apoyo muy hábil para canalizar ese tipo de situaciones que nos pueden afectar negativamente”. Además, Soriano señala la importancia de “ser un equipo y también de hacer equipo, para que no haya problemas, ya que cuando te vas a 7.000 kilómetros de casa cualquier roce puede minar la intervención”. Por este motivo, es clave “saber si existe compatibilidad entre los profesionales, y llegar a un equilibrio entre experiencia y frescura con gente nueva, siempre teniendo en cuenta algunos criterios, como que hayan trabajado juntos en alguna intervención y que sepamos que no va a haber problemas que repercutan sobre el equipo”.
Dejar de lado tu casa y tu vida por unos días o semanas para ir a trabajar a la otra punta del planeta no es una tarea sencilla. “Entendemos que hemos elegido este camino porque nos gusta, contamos con las técnicas y lo que hay que hacer en cada momento. Teniendo los conocimientos y los medios materiales, eso te lleva directamente a ofrecer estas capacidades en cualquier rincón del planeta que quizá no tienen la suerte de tener estos servicios”, explica Soriano, que destaca que “hay países que no tienen esta capacidad de respuesta, y muchos están en ubicaciones con gran movimiento sísmico donde los terremotos se suceden con mayor frecuencia y severidad”. “Entendemos que cuando esto sucede van a necesitar ayuda, y teniendo conocimientos y medios, sería totalmente injusto no ir”, explica, e indica que “en este ámbito la solidaridad es frecuente y nos mueve a dejar todo a un lado unas semanas y desplazarnos a donde haga falta”.
De lo que no hay duda es que a los profesionales de Bomberos Sin Fronteras los mueve algo en su interior cada vez que sucede una catástrofe, que los anima a levantar el teléfono y a ponerse a disposición de la ONG para hacer la maleta y desplazarse a cualquier rincón del planeta para ofrecer sus servicios de manera desinteresada.