Conducir una moto de 35 Kw de potencia padeciendo sordera es posible. Una realidad que podemos comprobar a través de Jesús Martínez, de Albacete, que con 30 años y mucho esfuerzo, acaba de conseguir el carnet ‘A2’, logrando así su sueño de ser motero y derribando la barrera del sonido en la capital manchega.
A pesar de la sordera y de todos sus inconvenientes, Jesús ha logrado conseguir el carnet de moto. Una pasión que, como el propio Jesús Martínez indica, “ha estado ahí desde hace muchos años, desde que era muy pequeño. Recuerdo que con solo 7 añitos ya soñaba con tener algún día una moto grande. Años después, tuve la oportunidad de coger una Vespa amarilla con mi padre, con la que tuve la mala suerte de chocarme contra un olivo. Desde entonces, no paré de coger esa Vespa por el campo para aprender. Cuando ya tuve la edad de poder sacarme el carnet, fui a una autoescuela, pero me pusieron muchos impedimentos por mi sordera, y eso me desilusionó mucho y lo dejé de lado, aunque no dejaba de pensar en mi pasión. Un día me hablaron de la Motoescuela ‘Transfor’, y me decidí a probar suerte de nuevo, así que me acerqué a preguntar si me podían ayudar a conseguir mi sueño de sacarme el carnet. Mi sorpresa fue que me dieron todas las facilidades, y sin dudarlo me apunté”.
Eva Corredor, administrativa de la Motoescuela, explica que “Jesús sufre hipoacusia, una pérdida de la capacidad auditiva, por lo que teníamos que informarnos de los requisitos necesarios para que pudiera obtener el permiso A2. Teniendo en cuenta un caso tan especial como el de Jesús, lo primero que había que hacer era consultar en la Jefatura de Tráfico de Albacete. Hablé con ellos, y comprobamos que la Hipoacusia estaba contemplada en el reglamento de conductores, así que comenzamos con las clases. Ya solo quedaba animarle y ayudarle a lograr su sueño. La verdad es que ver cómo ha ido superando todas las pruebas ha sido muy especial y gratificante”.
El camino de un sueño
Cuando a Jesús le dieron la noticia de que podía comenzar en la Motoescuela, lo primero que hizo fue coger el libro y empezar a devorarlo. El motorista señala que “hay una parte teórica, otra de pista, y la última de circulación. Me puse a estudiar como un loco la primera parte, y un mes después ya estaba preparado, así que me examiné y aprobé el examen teórico a la primera. Luego pasé a las clases de pista, y tras unas clases prácticas me presenté a la prueba. Recuerdo que tenía tantas ganas de aprobarlo, que los nervios me jugaron una mala pasada y suspendí. Me fui a casa frustrado, con la moral por los suelos, y decidí tirar la toalla, porque me encontraba muy cansado psicológicamente. La gente cercana me empezó a animar, por un lado, mi profesor me dijo que no había visto nunca un motero tan apasionado como yo. Por otro lado, mi madre me decía que no podía quedarme toda la vida con ese gusanillo que tenía dentro. Llevaban razón, porque había días que ni podía dormir pensándolo, así que tres meses después me armé de valor y volví a la Motoescuela dispuesto a volver a subirme a la moto y examinarme en la prueba de pista. Ese día me olvidé de los nervios y de mis miedos, confié en mis posibilidades, y logré aprobar a la primera”.
José Roldán, profesor de la Motoescuela, recuerda que “cuando Jesús llegó y nos contó su caso, lo vimos como un reto y a nosotros nos encantan los retos. Lo que nos mueve es la pasión por la moto, y por eso ayudamos a cualquier apasionado que venga, y si además tiene la actitud de Jesús, nos volcamos en ello. Lo único que le costó un poco fue la fase de pista, porque es muy técnica. En la última parte de la prueba de la pista lenta, se tiene que acelerar en primera, hasta llegar a una velocidad de 30 Km/h, y entonces cambiar a segunda. En esta prueba es muy importante escuchar el sonido del motor, algo que se convirtió en un verdadero hándicap para Jesús, que tenía que suplirlo de otra manera, observando bien la velocidad y sintiendo el motor. Él estaba muy preparado, pero se ponía muy nervioso por la presión y los estímulos externos, que al final repercuten en el resultado. Tristemente, además de enseñar a llevar una motocicleta, tenemos que preparar psicológicamente a los alumnos para superar un examen por la presión que conlleva. Finalmente, Jesús superó el examen de pista, y pasamos a la última prueba, la de circulación”.
Superando los obstáculos del camino
Para la prueba de circulación, la Motoescuela se encontró con varias peculiaridades. Roldán apunta que “el reconocimiento médico de Jesús indicaba que teníamos que poner unos espejos gran angular en los retrovisores de la moto. Lo que permite el gran angular es tener un campo de visión más grande, y así tenerlo todo más controlado. Nos informamos de todo, y nos pusimos en marcha para adaptar la moto a las necesidades de Jesús. Además de esto, teníamos otra peculiaridad. En las clases de circulación siempre hay comunicación entre el profesor y el alumno a través de un intercomunicador, pero Jesús no podía escuchar esas indicaciones, y ese fue nuestro principal reto. Lo que hicimos fue invitar a Jesús a que viniera a las clases prácticas que dábamos a otras personas, con el fin de que fuera conociendo itinerarios, y viera como corregía y explicaba a los alumnos durante el recorrido. En estas clases había partes de ciudad, de carreteras convencionales, y de autovía, y yo iba dando indicaciones a los alumnos, mientras miraba a Jesús y vocalizaba bien para que supiera lo que estábamos haciendo, ya que tenía que tener claro cualquier técnica o norma para luego no tener ningún problema”.
Jesús Martínez subraya que “lo más importante era conocer bien cada itinerario, porque no se sabía cuál me podría tocar en el examen, así que estudié todos. Lo que hacía era grabarlos con el móvil, y luego los visualizaba en casa para aprenderlos bien. Cuando me encontré preparado me presenté a la prueba, y aún recuerdo la adrenalina que sentí. El examinador me dijo un itinerario antes de empezar el examen, y me puse en marcha, salió todo bien y aprobé. Tenía que empezar a creer en mí y tener confianza, y eso es lo que hice. Cuando subo a una moto siento algo especial, y se me quitan los miedos. Es normal tener miedo al principio, pero cuando vas trabajando un día tras otro, vas perdiendo la inseguridad y empiezas a disfrutar, y a partir de ahí todo empieza a salir bien”. Por otro lado, José Roldán añade que “Jesús hizo la prueba perfecta, sin ningún fallo, un examen impecable. Se aprendió de memoria las rutas que le podían salir en el examen, y demostró que tiene un nivel perfecto para conducir una moto”.
Martínez destaca que “fue muy emocionante, porque por fin había conseguido hacer realidad mi sueño, y eso ha sido gracias a la gente de la Motoescuela que desde el principio confió en mí. Me quedo con esta buena experiencia en la que he superado mis miedos, y he podido romper barreras, avanzando ante todos los obstáculos que se han ido poniendo en mi camino. Si una persona sorda me preguntase que si es posible, le responderé que sí, que con esfuerzo, actitud, y gente a tu lado que te ayude y confíe en ti, se puede conseguir todo en esta vida”, concluye. Gracias a su gran pasión, Jesús Martínez ha logrado, por fin, el sueño de ser motero.