La persecución religiosa durante la Guerra Civil la sufrieron miles de personas durante los años que duró el conflicto bélico en numerosos puntos distribuidos por todo el país, y la ciudad de Albacete no es ajena a ello. Tanto en Albacete capital como a lo largo y ancho de la provincia, muchos clérigos y religiosos fueron asesinados, ejecutados o ajusticiados, mientras que otros tuvieron la oportunidad de huir y refugiarse durante este período, aunque no todos corrieron con la misma suerte.
Las localidades más afectadas fueron aquellas donde los conflictos sociales fueron de mayor intensidad, especialmente en aquellos pueblos que optaron por luchar contra la sublevación militar de 1936. Este fue el caso de Albacete capital, Almansa, Hellín, Villarrobledo, La Roda, Caudete o Peñas de San Pedro, tal y como explica el libro de José Deogracias Carrión ‘La persecución religiosa en la provincia de Albacete durante la Guerra Civil’.

Los asesinatos cometidos hacia los clérigos y religiosos tuvieron su peor momento durante los meses de agosto y septiembre. En su libro, José Deogracias Carrión explica que este es su pequeño homenaje para los eclesiásticos perseguidos y asesinados. “No sé si fueron héroes o mártires, solo sé que fueron víctimas de una guerra que no quisieron, que no provocaron y que no hicieron” y añade que “no está demás recuperar un poco de su memoria sin rencor, a fin de cuentas fueron hombres normales que, como tantos otros, les tocó vivir en unos momentos especiales, y fueron perseguidos o asesinados sencillamente por ser religiosos”.
Los últimos actos religiosos
La mañana del 25 de julio 1936 tuvieron lugar los últimos actos religiosos en la capital albaceteña y esa misma tarde se iniciaba la persecución religiosa. A partir del día 26 de julio se cerraron todos los templos, quedó suspendido todo tipo de culto y comenzaron a perseguir y detener a numerosos eclesiásticos de la capital albaceteña.

En aquel entonces, Albacete contaba con tres parroquias, San Juan, la Purísima y San José. En la capital albaceteña fueron asesinados Francisco Campos Martínez, Daniel Jover Mira, Juan José Jiménez Ramírez y Gabriel León Martínez. Fuera de los límites de la ciudad también fueron ejecutados Alberto Marcilla López, Francisco Massó Tébar y José María Herrero, tal y como señalan los datos del libro del historiador José Deogracias Carrión. Muchos otros religiosos fueron detenidos y llevados a prisión. Otros consiguieron buscar refugio o esconderse durante el conflicto, y algunos de ellos consiguieron sobrevivir.

Cabe destacar que la persecución religiosa no fue solamente anticlerical, sino que se dirigió contra organizaciones cristianas, personas ligadas a la labor del sacerdote, pertenecientes a una congregación o personas que llevaban una estampa o iban a misa.
El caso de Francisco Campos, Párroco de la Iglesia de San Juan
Francisco Campos Martínez fue Arcipreste y párroco de la Iglesia de San Juan, la actual Catedral de Albacete. Tal y como relata José Deogracias Carrión en su libro ‘La persecución religiosa en la provincia de Albacete durante la Guerra Civil’, Francisco fue una persona incansable, ya que luchó por ampliar este templo albaceteño. De hecho, fue el párroco quien construyó parte de la fachada y la torre de la catedral albaceteña. Al inicio de la guerra, la iglesia de San Juan fue quemada parcialmente, pero Francisco consiguió restaurarla lo suficiente como para volver a abrirla al público a los pocos días del incendio.
Durante la persecución religiosa, Francisco Campos fue amenazado en varias ocasiones para que se marchase de Albacete, y siempre respondió con una negativa. Finalmente, la mañana del 15 de agosto, unos milicianos se presentaron en la casa parroquial para registrarla, aunque la realidad no era esta. La finalidad del registro era comprobar si el sacerdote se encontraba allí. Esa misma noche, los vecinos pudieron observar que rodeaban la casa y el párroco era detenido, y supuestamente trasladado para tomar declaración.

A la mañana siguiente, su cuerpo sin vida aparecía en las inmediaciones de la Carretera de las Peñas, en una zona conocida como ‘El Sepulcro’. La Causa General de la Provincia explicaba que “fue martirizado cruelmente antes de morir habiendo sido atado a un coche y paseado por las calles”, tal y como explica el libro del historiador José Deogracias Carrión.
El caso de Daniel Jover, de la Parroquia de San Juan Bautista de Albacete
Daniel Jover fue el coadjutor de la Parroquia de San Juan Bautista de Albacete durante 14 años. Según cuenta el libro del historiador albaceteño, José Deogracias Carrión, Daniel fue uno de los sacerdotes más queridos de Albacete en esta época, especialmente por los albaceteños más sencillos y humildes. Al inicio de la guerra, Jover intentó alejarse de la capital albaceteña para poner rumbo a su pueblo. Cuando iba a subir al ferrocarril fue detenido tras encontrar varios objetos religiosos en su maleta y conducido al Ayuntamiento en calidad de preso. Para su sorpresa, solo permaneció allí unas horas, aunque estaba convencido de que lo llevarían para darle el ‘paseíto’, expresión que se utilizaba en Albacete cuando los milicianos arrestaban a las personas para ejecutarlas.

A pesar de pasar apenas una horas como preso, la idea de la muerte no abandonó la mente de Jover, y no se equivocaba. Tan solo unos días más tarde, los milicianos lo sacaron de su casa a altas horas de la madrugada y lo trasladaron cerca del kilómetro cuatro de la carretera de Murcia, donde fue asesinado. En ese mismo punto kilométrico, meses más tarde también sería asesinado Gabriel Léon Martínez, Capellán de la Casa de Maternidad de Albacete, como consecuencia de la persecución religiosa en la capital albaceteña.

Las mujeres religiosas
En cuanto a las mujeres religiosas, en Albacete en aquel momento existían varios grupos como la Compañía de María, Dominicas, Franciscanas, Hermanitas del Asilo e Hijas de la Caridad, que fueron expulsadas de sus residencias habituales. Muchas de ellas quedaron desamparadas y volvieron a refugiarse en casas de sus familiares, a domicilios particulares o buscaron ayuda en otros lugares, y otras muchas fueron asesinadas.

Es el caso de las ‘Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl’, quienes fueron expulsadas el 26 de julio de sus respectivas residencias, donde llevaban a cabo labores de cuidados para enfermos y otras personas en situaciones vulnerables. Entre aquellos lugares, se encontraba el actual ‘Colegio Maria Inmaculada’ de Albacete, que pasó a ser la sede del Comité del Frente Popular de Albacete y más tarde, fue utilizado como un hospital. Algunas de ellas, fueron “salvadas por la intervención de una persona amiga, y conducidas a la estación”, tal y como recoge el libro del historiador albaceteño José Deogracias Carrión. Varias mujeres se trasladaron a Madrid y buscaron refugio en casa de familiares, y otras muchas buscaron asilo de la mano de particulares en Albacete. Hasta ese momento, se conocía este colegio como el ‘de las Francescas’, más tarde pasó a llamarse ‘Colegio María Inmaculada’, tal y como lo conocemos los albaceteños hoy en día.
El caso de las hermanas Concepción Pérez, Dolores Caro y Andrea Calle
Ocho hermanas albaceteñas se refugiaron en la capital madrileña, y fueron escondidas en un sótano durante meses. Concepción Pérez, Dolores Caro y Andrea Calle salieron del sótano para no ser una carga para aquella familia, ya que esconder a personas relacionadas con la Iglesia suponía un peligro, con un precio muy alto. Las tres mujeres se dirigieron a las inmediaciones del barrio de Vallecas, donde los milicianos las detuvieron y les instaron a renunciar a su condición de Hijas de la Caridad. Ante la negativa, fueron violadas y apedreadas, para finalmente fusilarlas, según narra el libro del historiador albaceteño José Deogracias Carrión.

Estas tres religiosas procedían de la Casa de Misericordia de Albacete, que en ese momento dependía de la Diputación Provincial.
Los bienes materiales religiosos, perseguidos
La persecución religiosa también la sufrieron diferentes bienes materiales, tanto religiosos como culturales y arquitectónicos en la capital albaceteña. Las parroquias de la Purísima y San José fueron incendiadas, aunque se pudieron salvar algunas partes. De hecho, en la primera parroquia se instalaron las Brigadas Internacionales a modo de cuartel. Otros muchos conventos e instituciones de carácter religioso de la capital albaceteña fueron saqueados y parcialmente destruidos como Escolapios o el convento de la Misericordia.

Entre los bienes materiales, también se perdieron durante el conflicto bélico una Dolorosa de Salzillo, un Cristo y algunos lienzos con pinturas de gran valor cultural, tal y como relata el libro sobre la persecución religiosa en la provincia de Albacete de José Deogracias Carrión.