Hace ya varios desde que te fuiste, sin avisar, tampoco lo podrías haber hecho, puesto que la demencia que padecías desde hace varios años te impedía siquiera reconocernos, pero nosotros ahí seguíamos a tu lado, tus hijas, tus nietos… nunca dejamos de ir a verte a la residencia en la que pasaste los últimos 9 años de tu vida.
Y llegó el día que nadie esperaba, el de tu marcha. Ese jueves de abril sonó el teléfono con la peor de las noticias, y, aún hoy, sin asumir del todo tu muerte, nos consuela pensar que estás en un lugar mejor, siendo de nuevo tú, recobrando tu memoria y viéndonos a todos.
Sólo quería hacer algo que no pudimos en su momento , despedirnos de ti, darte un último beso, y decirte lo mucho que te hemos querido y que te seguiremos queriendo. Esta carta es nuestro homenaje hacia ti. Ojalá nos volvamos a ver.
Descansa en paz abuela. Ya eres eterna.
Tu nieto Enrique.