/Nacho López/
El marcaje de los árbitros es tan férreo al delantero ucraniano del Albacete Balompié que sólo han hecho falta dos jornadas de liga para percibir demasiado a las claras la directriz que han seguido sendos trencillas.
Que Roman Zozulia es un jugador incómodo para defensas y colegiados no lo vamos a negar, el de Kiev compite al máximo y su ‘zona de confort’ es la delgada línea que separa el bien del mal… pero de ahí a que toda acción en la que incurre sea falta a favor del rival, va un mundo.
Habrá voces que digan que quizá sea Zozulia el que tenga que bajar el pistón en su manera de jugar al fútbol, pero… ¿hay que jugar como quieren los árbitros o hay que jugar dentro de la legalidad y deben ser los jueces los que sepan aplicar bien la ley independientemente del modo de jugar de todos y cada uno de los jugadores que componen la Liga 1|2|3?
En los partidos que han medido al Albacete Balompié al Deportivo de La Coruña y a la UD Las Palmas, tanto Pizarro Gómez en el Carlos Belmonte como Ávalos Barrera en tierras canarias marcaron más de cerca a Zozulia que cualquiera de los defensas de ambos equipos, señalando falta a la más mínima reclamación que el rival hacía del ucraniano y haciendo oídos sordos cuando el de Kiev era objeto de acción punible.
Es normal que los árbitros hablen entre ellos y expongan sus opiniones y directrices al resto de colegiados de cómo es tal o cual jugador, de cuanto o no protesta aquel otro, de lo que le gusta dejarse caer a fulanito o lo difícil que lo pone siempre menganito, y que el nombre de Zozulia está encima de esa mesa, parece cada día más claro a tenor de cómo han juzgado hasta ahora los árbitros las acciones en las que de una manera u otra ha estado implicado el delantero ucraniano.
A la hora de redactar estas líneas todavía se desconoce quién será el designado para dirigir el Albacete Balompié – Córdoba del próximo domingo a las 20:00 horas en el Carlos Belmonte, pero si coincide sobre el verde con Zozulia tendrá una oportunidad de oro para que lo que aquí comentado quede en ‘cosas mías’ o para que vaya cobrando más y más fuerza la teoría. El pito dirá.
